Señor, sé que bienaventurada es la nación cuyo Dios es el Señor, y a pesar de esto sé que las naciones en general y mi propia nación en particular Te han dado la espalda a Ti, que nos creaste y nos redimiste a través de la hermosa sangre de Tu Hijo unigénito, nuestro Salvador Jesucristo.
Hemos fracasado estrepitosamente al intentar vivir lejos de Ti. Hemos caído en lo profundo de la decadencia moral y hemos degenerado en un vacío espiritual que solo Tú puedes iluminar y sanar. Señor, convéncenos a nivel personal y nacional de que necesitamos volvernos a Ti, pues solo Tú eres la respuesta a nuestra profunda decadencia. Ruego que, a nivel personal y nacional, nos alejemos de nuestros pecados, nos arrepintamos de habernos apartado de la fuente de la vida y de haber esculpido nuestras cisternas estancadas en los estanques putrefactos de la humanidad caída. Haznos poner los ojos en Jesús como nuestra salud y nuestro sanador, pues no hay nada sano en nosotros.
Ten piedad de nosotros, pues somos infractores perdidos y desdichados que no merecen tu piedad, sino Tu juicio. Haz brotar en nosotros un corazón limpio, con pensamientos purificados y una actitud penitente. Padre, no merecemos Tu misericordia; sin embargo, Señor, ruego que tengas piedad de nuestras naciones desesperanzadas, y que nos devuelvas el júbilo de nuestra salvación, conforme a Tu inmensa misericordia y benevolencia. Ayúdanos a arrepentirnos, regresar y acordarnos de todo lo que Cristo hizo en la cruz de El Calvario por cada integrante de la raza humana. Señor, vuelve los corazones de los pecadores a su Salvador, para que así sean liberados de este mundo enfermizo y pecador. En nombre de Jesús,
Amén.
Padre, solo Tú eres el Dios todopoderoso que abunda en misericordia y benevolencia. Padre, a lo largo de los siglos has manifestado inmensa paciencia y tolerancia hacia muchas personas; sin embargo, sabemos que algún día Tu ira justificada y perfecta caerá sobre las naciones de este mundo si seguimos desobedeciendo Tus leyes y si le damos la espalda al Dios de nuestra Salvación y a su Cristo ungido e Hijo Salvador.
Señor, nos hemos apartado de Tus caminos y nos hemos convertido en un rebaño de ovejas descarriadas sin su pastor. Señor, nos hemos convertido en un pueblo rebelde y hemos seguido los designios y deseos de nuestros propios corazones y nos hemos dejado llevar por las lujurias pecaminosas de nuestra carne caída. No merecemos ser llamados tus hijos. Señor, confesamos que hemos pecado contra un Dios santo y que hemos desestimado Tus caminos santos. Hemos seguido las sendas de la injusticia y nos hemos alejado del camino de la justicia que, con Tu gracia, creaste para que tomáramos y, Señor, no hay nada sano en nosotros, y tampoco merecemos Tu piedad ni Tu bondad.
Sin embargo, Señor, a lo largo de los siglos has demostrado que eres un Dios del perdón y un Dios de la benevolencia. Un Dios paciente, tolerante y misericordioso. Oh Señor, confesamos nuestros errores y faltas, nuestros pecados y nuestros corazones soberbios y rebeldes, y rogamos que nos confortes.
Perdónanos, Señor, y enséñanos Tus caminos. Vuelve a levantarnos para que seamos una nación que Te ame y que confíe en Ti y, Señor, rogamos que pronto llegue el día en que envíes a Tu Hijo, el Señor Jesucristo, para que venga a establecer Su reino eterno en la tierra. Señor, rogamos que llegue aquel día en que la tierra se llene de la gloria de Dios como las aguas cubren el mar.
Señor, rogamos que en Tu justicia te acuerdes de la misericordia. Apiádate de Tu creación y saca a muchos del lodo cenagoso para que vuelvan a Tus brazos amorosos de perdón. En nombre de Jesús,
Amén.
Padre celestial, sabemos que eres el Señor y el Dios Que designa y destituye a las autoridades. Padre, hemos traído ante Ti a nuestras naciones, y rogamos que formes y congregues a aquellos hombres y mujeres de nuestra nación que promuevan Tus planes y propósitos para nuestra nación y para el mundo en general.
Rogamos que brindes sabiduría a todos aquellos que has designado como gobernantes y soberanos de nuestra nación en particular, así como aquellos de todo el mundo en general. Danos sabiduría para comprender los tiempos en que vivimos, y prepáranos para todo lo que debamos enfrentar en el futuro cercano.
Amante Señor, sabemos que hay muchos lugares de tinieblas y maldad. Muchas naciones han adoptado un programa contrario a Dios y muchos hijos Tuyos viven en naciones que enfrentan graves persecuciones y peligros. Gracias, pues el que está en nosotros es más poderoso que el que está en el mundo, y oramos por todos nuestros hermanos y hermanas de las naciones que enfrentan cualquier forma de persecución debido a su fe en Jesucristo. Dales valentía y sosténlos con Tu diestra poderosa.
Señor, sabemos que las naciones en general y la mayoría de los líderes que has puesto al mando le han dado la espalda al Camino verdadero y vivo y han incitado al pueblo de su tierra a tomar el camino de Tu ira y de su destrucción.
Ten piedad de los pueblos de todas las naciones. Rogamos que examines los corazones de las personas y permitas que aquellos que Te buscan alcancen un conocimiento salvador del Señor Jesucristo.
Apiádate de los pueblos de las naciones, y rogamos que, a pesar del dolor y las tragedias cada vez mayores en tantos lugares de la tierra, se haga Tu voluntad, y que con la fuerza de Tu poder salves a muchas personas de las garras de la muerte y de la destrucción. Señor, eres nuestro Dios y confiamos en Ti. Pues el Dios de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo? Ciertamente que sí. Alabado sea Tu santo nombre,
Amén.
Padre celestial, hemos sido llamados a ofrecer súplicas, oraciones, intercesiones y agradecimientos en nombre de todas las personas, incluidos los reyes, los presidentes y los príncipes, así como todos aquellos que ocupan altos cargos de poder en el gobierno local y nacional y otros cargos de autoridad necesarios.
Señor, rogamos que tengas piedad y misericordia de aquellos que gobiernan las naciones del mundo y, en particular, nuestra propia nación. Guía a los responsables de tomar decisiones nacionales y de promulgar leyes nacionales y locales, para que como nación honremos Tu nombre. Y guíanos a todos con Tu gracia, para que nuestra nación pueda honrarte y podamos vivir una vida tranquila, pacífica y piadosa que Te honre.
Señor, Te pedimos que supervises las decisiones que se tomen en las altas esferas y, sobre todo, rogamos que frustres las discusiones y las decisiones que se tomen en lugares secretos que no se ajusten a Tus deseos para nuestra nación. Rogamos que frustres los planes de los inescrupulosos y los hagas volverse a Tu inmensa bondad. Rogamos que pongas los ojos en todos los reyes, los presidentes, los príncipes y las autoridades de las naciones; hágase Tu voluntad, venga Tu reino, en Tu alabanza y Tu gloria. En nombre de Jesús,
Amén.
Oh Dios, Padre nuestro y Creador de todo, Te bendecimos y Te agradecemos porque gobiernas todo y porque nada pasa sin que Tú lo permitas en Tu inmensa gloria. Te agradecemos por las numerosas bendiciones que derramas en los hijos de los hombres, que superan con creces las que podríamos pedir, imaginar o merecer.
Señor, nos hemos alejado de Tus leyes y de Tus estatutos. No Te hemos amado como corresponde. Hemos profanado Tus obras y Tus caminos. Le hemos dado la espalda a la gloriosa salvación que has ofrecido a cada integrante de esta rebelde carrera, a través de Tu gracia y favor. Hemos despreciado la benevolencia y la misericordia que día a día nos extiendes y que se renuevan cada mañana. Hemos rechazado el evangelio de la gracia y hemos menospreciado el sacrificio de Tu Hijo unigénito, y solo merecemos Tu ira y la furia de Tu juicio. Padre, hemos pecado en contra del cielo y delante de Tu rostro, y ya no somos dignos de recibir Tu gracia ni Tu perdón.
Sin embargo, Señor, eres un Dios misericordioso, paciente y compasivo, y hoy clamamos ante Ti por nuestros pecados rebeldes y por los pecados de las naciones soberbias, que ascienden hacia ti como una nube podrida de tinieblas. Señor, rogamos por Tu misericordia.
Rogamos que nos perdones. Perdona nuestra negligencia y nuestra rebeldía. Perdona nuestra indiferencia y nuestra soberbia. Perdona nuestros corazones ingratos y nuestra necedad. No somos dignos de pedir Tu misericordia ni de suplicar Tu perdón, pues hemos sido un pueblo rebelde y las naciones le han dado la espalda unánimamente a Tu voluntad y a Tus caminos. Sin embargo, ten compasión de la raza humana, pues somos la obra de Tu mano y Tu Hijo murió para redimir la humanidad del abismo del infierno. Escúchanos, Señor, mientras rogamos que perdones todas nuestras transgresiones y los pecados de nuestras naciones. Oh, Señor, perdónanos. Oh, Señor, ten piedad. Oh, Señor, rogamos que escuches nuestra plegaria, recibas nuestro clamor y nos sanes. Haz que los necios cuyos corazones han dicho que Dios no existe se vuelvan a su Creador. Da una lección de humildad a los corazones de los rebeldes, para que así vean Tu rostro y sean salvados. Rogamos en nombre de Jesús,
Amén.