Querido Señor Jesús, gracias porque moriste por mí y por Tu maravillosa Palabra que me anima mucho en mi vida cristiana. Mientras leo las muchas promesas hermosas que has esparcido en sus páginas, me doy cuenta una y otra vez de que todo lo que necesito se halla en Ti. En Ti no me falta nada; es más, mi copa está llena y rebosando.
Oh Señor, de verdad comprendo que este mundo es un lugar donde abunda el mal y que, por un corto tiempo, tendremos que enfrentar muchas dificultades y pruebas. Pero incluso tal pensamiento tiene un lado bueno y maravilloso, pues has prometido que las pruebas y tribulaciones de la vida son efímeras, y que aun así la gloria que produzcan en cada uno de Tus hijos será muy superior a estas, ¡y además será eterna! Qué ánimo tan maravilloso nos dan muchas de Tus promesas hermosas, y Te doy gracias, Señor, porque soy Tu hijo.
Gracias, pues nada en el cielo, en la tierra ni debajo la tierra puede separarme de Ti, y nada es lo suficientemente poderoso para arrebatarme la vida eterna que me has prometido si tan solo confío en Jesús como mi Salvador. Gracias, Señor Jesús,
Amén.