Padre celestial misericordioso, cuánto Te alabo y Te agradezco porque Tus misericordias se renuevan cada mañana y porque Tu bondad y benevolencia me acompañan todos los días de mi vida.
Nunca me dejes olvidar el tremendo precio que pagaste por mí en la cruz, y ruego que Cristo se mantenga como el centro y la circunferencia de mi vida cada momento del día.
Ruego que en la debilidad, seas mi fortaleza; en la enfermedad, seas mi salud; en la tristeza, seas mi alegría; y en cada circunstancia de la vida, seas mi esperanza bendita y la roca de mi salvación.
Y Señor, ruego que las palabras de mi boca y la meditación de mi corazón sean siempre aceptables y complacientes para Ti. Ruego en nombre de Jesús,
Amén.