Gracias, Señor, porque tanto me amas que enviaste a Tu Hijo unigénito para que muriera por mí en la cruz de la crueldad y fuera castigado por mis pecados. Gracias porque Él se identificó con mis pecados para que así yo pudiera identificarme con Su justicia por la gracia y mediante la fe en Cristo. Qué agradecido estoy porque, mientras todavía era un pecador perdido, Cristo murió por mí.
Qué agradecido estoy, Señor, porque me buscaste, me hallaste y me llevaste de vuelta a Tu familia, a pesar de que estaba muerto en mis pecados y enemistado contigo. Alabado sea Tu santo nombre, pues eres un Dios bondadoso y Tu benevolencia es eterna, y estaré eternamente agradecido porque eres mi Dios y yo soy Tu hijo.
Gracias porque me ayudas y me sanas. Gracias porque eres mi amparo y mi fortaleza, y gracias porque me has rodeado de personas que me aman mucho, y a quienes también amo. Señor, no merezco Tu gracia ni bondad, y aun así día a día derramas en mi regazo misericordias nuevas y abundantes y me cubres con Tus bendiciones. Alabado sea Dios, pues eres la Roca de mi Salvación. En nombre de Jesús,
Amén.