Me regocijo y Te agradezco, Padre, pues tengo paz para contigo a través de nuestro Señor Jesucristo, y puedo acceder de forma maravillosa a Tu magnífico don de gracia por el solo hecho de creer en el Señor Jesucristo.
Gracias, porque aunque estaba lejos de Ti y me encontraba sumido en mi pecado y desobediencia, me he acercado a Ti, Padre, a través de la hermosa sangre de Jesucristo mi Salvador. Es maravilloso saber que, a través de Cristo, ha desaparecido mi hostilidad hacia Ti, Señor. Me he reconciliado con Dios, y no solo me he convertido en ciudadano del cielo junto con todos los que confían en Jesucristo y que han pasado a formar parte de la familia de Cristo, sino que también en Su hijo amado y en coheredero con el Mismísmo Cristo. No hay palabras que basten para darte las gracias, y ruego poder adorarte por los siglos de los siglos.
Glorifico Tu maravilloso nombre, pues ya no hay condenación, y porque mi reconciliación con Dios todopoderoso es permanente y eterna. Pues la ira de Dios fue derramada en la vida inocente del Señor Jesús, Que tomó mi lugar, para así poder volver a una comunión contigo y reconciliarme con Dios.
Alabado sea Tu maravilloso nombre por los siglos de los siglos,
Amén y amén.