Padre celestial, nos deslumbramos y asombramos mientras miramos el pasado y reflexionamos sobre todo el camino que recorrió el Señor Jesucristo el día en que fue crucificado, y sobre todo lo que significa para nosotros a nivel personal, así como el tremendo impacto que debió haber tenido en aquellos que estaban allí cuando los clavos de la crueldad atravesaron Sus manos y pies y se le escuchó orar: "Padre, perdónalos, pues no saben lo que hacen".
Padre, aunque me resulta fácil mirar el pasado con ojos críticos hacia todos los que participaron en Su muerte y pronunciar una palabra de condenación contra los que lo despreciaron y desdeñaron, mientras reflexiono sobre el horrible trato que recibió nuestro Señor, me doy cuenta de que mis pecados también Lo clavaron al madero y que soy igual de culpable por la muerte de Tu Hijo único amado que Poncio Pilato, los guardianes romanos, los líderes religiosos de los judíos y la multitud burladora, pues cargó el peso de mis pecados hasta la cruz y murió por mi propia culpa.
Gracias, Padre, porque mis pecados fueron perdonados en la cruz y, en lugar de que Tu ira se derramara en mí, Jesús recibió todo el peso de Tu justo enojo mientras Tu juicio cayó sobre Él.
Gracias, Señor, porque en lugar de rendirte con la humanidad tras esta haber asesinado a Tu Hijo amado, decidiste derramar 2000 años de gracia sobre gracia, para que todo el que crea en Él no perezca, sino tenga vida eterna. Nunca me dejes olvidar, ignorar ni trivializar el horror del pecado y el tremendo precio que Cristo pagó para que mis pecados fueran perdonados, y gracias por Tu inmenso amor por mí. Ruego en nombre de Jesús,
Amén.