Padre amado y Señor celestial, sé que la oración es simplemente el aliento del desamparo que se nutre en el pecho del Padre. Por lo tanto, Señor, he venido a Ti a orar por todos los hombres y las mujeres que luchan con la amargura y el enojo que yacen en lo profundo de su alma, y que no son capaces de lidiar con esta enfermedad sin Ti, Señor.
Padre, solo Tú puedes atender su necesidad y cortar la raíz de su enojo, pues solo al permanecer en Cristo el fruto de Su Espíritu Santo puede crecer y desplazar la fealdad del enojo y de la amargura que yace en su interior.
Haz que aquellos que no reconocen al Señor Jesús como su Salvador alcancen una fe salvadora en Él, para que así puedan saber que sus pecados serán eternamente perdonados y que Tú pagaste el precio de todos estos. Y aquellos que Te reconocen como su Salvador, ruego que lleguen a comprender que solo si nos entregamos a Tu Espíritu y admitimos nuestra incapacidad de lidiar con el fruto del mal que yace en nuestro corazón, Tú nos guiarás por la senda de la justicia, del perdón y del amor.
Amén.