Querido Señor, gracias por las muchas promesas hermosas de Tu Palabra que nos garantizan que los diversos sufrimientos que hoy enfrentamos son efímeros y que no han de compararse con la gloria que nos será revelada en los eternos siglos por venir.
Gracias, pues el dolor que debemos soportar es pasajero y dará paso a alegrías inefables y gloriosas, ya que sabemos que se nos ha prometido un descanso eterno cuando secarás todas las lágrimas de nuestros ojos.
Glorificado sea el Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de las misericordias y el Dios del consuelo, que nos consuela en todos nuestros problemas, para que así podamos consolar a aquellos que también tienen problemas con el consuelo que recibimos a través del Señor. Alabado sea Tu santo nombre. En nombre de Jesús,
Amén.