Gracias, Señor Jesús, porque tanto me amas que viniste a la tierra a sufrir y morir para que así yo pudiera ser salvado por la gracia y mediante la fe en Ti. No hay palabras que puedan expresar la profunda gratitud y amor que siento, pues sé lo mucho que me amas.
Mientras contemplo la vastedad de Tu creación y me doy cuenta de la enormidad de Tu persona, me sorprende que Te preocupes de mí. ¿Cómo es posible que hayas muerto por mí cuando estaba muerto en mis pecados y enemistado con Dios?
Gracias, pues día a día me cuidas y me levantas cuando estoy débil y asustado. Gracias porque has prometido siempre acompañarme. Señor Jesús, Tu bondad es infinita, y también lo es mi amor y gratitud por todo lo que eres para mí. Alabado sea Tu nombre por los siglos de los siglos,
Amén.