Padre, Te damos gracias desde lo más profundo de nuestro ser porque enviaste a Tu Hijo, el Señor Jesucristo, para que naciera en una raza caída y, a través de Su vida perfecta y muerte sacrificial, pudiera ser levantado en la cruz de madera, de la misma manera en que Moisés hizo levantar a la serpiente de bronce en el desierto, para que así todos los que observaran pudieran vivir.
Gracias, Padre, por el maravilloso plan de salvación que, con Tu gracia, diseñaste para que fuera la única manera en que la humanidad pudiera ser salvada de Su pecado, y entonces enviaste a Tu Hijo unigénito para que naciera de una virgen en la raza humana, Dios convertido en Hombre, de forma que dicho hombre se pusiera eternamente las vestiduras de la justicia de Dios.
Gracias porque a través de Su vida humana y muerte física, Él pudo volver a reconciliarnos con Dios, perdonar nuestros pecados y derribar el poder de la muerte en la vida de todos aquellos Que creen en Su nombre.
Gracias porque desde su humilde comienzo, donde no tenía dónde recostar Su cabeza, hasta Su sumisión de por vida al Padre, se humilló y fue obediente al punto de tener que morir en una cruz. Gracias, Padre, por el nacimiento de Mi Redentor, y me regocijo en el Dios de mi Salvador. En nombre de Jesús,
Amén.