Amante Señor, lloro la pérdida de mi querido hermano, y mientras pienso en cómo ha pasado el tiempo y en todo lo que pasó entre nosotros a lo largo de los años, me doy cuenta cada vez más de la fragilidad de nuestra humanidad y de lo rápido que pasa nuestra vida mortal.
Te doy gracias por los momentos especiales que tuve con mi hermano; sin embargo, su pérdida ha sido una especie de llamado de atención para mí, y la tristeza de perder a alguien tan cercano, que era como un amigo de toda la vida, está teñida del pensamiento de que la vida es tremendamente frágil y fugaz, y de que el breve período de tiempo que tenemos es transitorio y debemos valorarlo y no darlo por sentado.
Señor, ayúdame a contar mis días y a aprovechar al máximo cada minuto que me queda. Ayúdame también a valorar a mis amigos y mis relaciones, pues ninguno de nosotros sabe el día ni la hora de nuestra muerte. Señor, sé que extrañaré a mi hermano, pero Te doy gracias porque algún día estaremos juntos delante de Tu trono de gracia. Sin embargo, hasta aquel día, ruego poder vivir de manera de honrarte. Ruego en nombre de Jesús,
Amén.