Gracias, Padre, porque el Señor Jesús es mi serenidad y mi paz. Gracias porque a través de Él puedo depositar en Tus manos todas las preocupaciones, el estrés mental y las inquietudes que eclipsan mi corazón, pues has prometido que Te ocuparás de todas nuestras cargas si tan solo ponemos todas nuestras ansiedades sobre Tus hombros.
Gracias, Padre, porque el Señor Jesús es el Pacificador celestial, y ruego que la paz perfecta de Dios y la serenidad suprema del Señor Jesús gobiernen mi corazón y mi mente, de manera que rebosen en la vida de todos aquellos con los que hoy tenga contacto. Ruego en nombre de Jesús,
Amén.