Querido Padre celestial, eres un Dios grandioso y maravilloso Que nos ha amado con infinito amor y que ha enviado al Señor Jesús para ser la propiciación por nuestros pecados. Nos has resucitado y nos has sentado junto a Cristo en lugares celestiales.
Incluso con esta grandiosa herencia, la Iglesia ha caído en apostasía, y muchos de tus hijos comprados por sangre han caído en el pecado.
Padre, nos diste Tu palabra de verdad, y nos hemos desviado de su verdad y estamos enseñando o practicando otro evangelio, lo cual debe acongojar Tu Espíritu. No nos hemos tomado en serio las hermosas Sagradas Escrituras que nos has dado para que aprendamos de ellas y para que nos den ánimo, sino que hemos dejado nuestro primer amor para beber de las cisternas del mundo. Pareciera no haber nada sano en el Cuerpo de los creyentes.
Perdónanos, Señor, pues como cuerpo nos hemos alejado de Ti y hemos adoptado muchas de las filosofías falsas y el pensamiento destructivo del mundo. No Te hemos amado como lo mereces, no nos hemos deleitado en Tu Palabra, y hemos ignorado las hermosas verdades e instrucciones que contienen sus páginas. Hemos adoptado una actitud egoísta e indiferente hacia los demás y hacia Ti, y no hay nada sano en nosotros. Perdónanos, Señor.
Ruego que como cuerpo nos alejemos de todo mal, todo lo que de Ti no provenga, y todo lo que deshonre Tu nombre, todo lo que entristece a Tu Espíritu Santo, para así volver a la verdad de Tu santa Palabra.
Déjanos volver una vez más a Ti. Déjanos amarte con todo nuestro corazón, alma y mente, para así separarnos del mundo y poner al Señor Jesús en la posición que Le corresponde en nuestras vidas. Ruego que una vez más podamos manifestar Tus alabanzas y Tu gloria, no solo con nuestros labios, sino que en nuestras vidas, al entregarnos día a día a Ti y al caminar en una vida nueva, para Tu gloria y alabanza. En nombre de Jesús,
Amén.