Gracias, Señor, por el don de mi querida esposa. Señor, sé que una mujer buena y virtuosa vale más que los rubíes y las piedras preciosas. Ayúdame a ser el esposo que quieres que sea, para así alentarla y amarla tal como Cristo amó a la Iglesia, y para poner sus necesidades y deseos por encima de los míos.
Déjame ser una fuente de ánimo en su vida y su cobertura de protección contra las perversidades de este mundo. Ayúdame a ser sensible a sus necesidades, pues sé que a menudo no me doy cuenta de que algunas de mis acciones y actitudes son indiferentes.
Señor, enséñame a ser un buen esposo, un hombre que esté preparado para dirigir y para escuchar, un hombre que esté preparado para cumplir sus deberes con sabiduría y amor, pues deseo asumir el papel que me has asignado en nuestro matrimonio, de una forma que sea complaciente delante de Tus ojos. Ruego en nombre de Jesús,
Amén.