Oh, Señor, cuánto te agradezco porque mi querido padre ahora está ante la presencia del Señor Jesús. Lo extraño mucho, Señor, pero me alegra saber que todo el dolor que sufría, sumado a su avanzada edad que tanto lo limitaba, ahora ha quedado atrás, y que ahora está junto a Ti en lugares celestiales.
Mientras me acuerdo de mi niñez y mis primeros años, así como de mi época de adolescencia rebelde y mi adultez, solo quiero darte las gracias porque él siempre estuvo allí para apoyarme, aconsejarme, instruirme y enseñarme. Padre, gracias por todas Tus misericordias al haberme dado a mi querido padre terrenal.
Gracias, Señor, por Tu maravillosa salvación, pues Cristo murió para darnos vida eterna. Qué alegría saber que todos los que han sido salvados algún día estarán junto a Ti para siempre y que, en el momento señalado, me reuniré con el padre en cuyas manos me encomendaste. Te alabo y Te agradezco, Señor.
Amén.