Oh, Padre misericordioso, gracias por habernos puesto bajo un pacto tan bondadoso, no solo para perdonar los pecados de nuestra actitud impenitente, sino que también para aceptar nuestra confesión penitente y nuestro regreso. Gracias, pues la sangre de Cristo nos limpia de toda injusticia, conforta nuestras almas y nos vuelve a guiar por los senderos de la justicia.
Y respecto a nuestros seres queridos que se han arrepentido y han regresado a Ti, devuélveles el júbilo de tu salvación y sosténlos con tu Espíritu. Corrígelos, dales fortaleza y asiéntalos, pues con corazón firme podrán aferrarse a ti y no volver a cometer una insensatez. Que el hombre viejo sea crucificado con Cristo, y que el cuerpo del pecado sea destruido mientras se vuelven a Ti, Señor Jesús. En nombre de Jesús,
Amén.