Querido Padre Que estás en los cielos, gracias porque eres mi Labrador celestial y porque Te ocupas de mi vida con tanto cuidado y preocupación. Purifícame y pódame, y llévate todo lo que descubras en mí que no glorifique Tu santo nombre.
Gracias, Padre, pues soy una rama celestial unida a mi Vid celestial, el hermoso Señor Jesucristo. Que la vida de Él fluya por la mía tal como la savia fluye por la rama que está implantada a su tallo madre. Lléname de Su plenitud, para así poder vivir, moverme, crecer y dar fruto mientras permanezco cada vez más en Él. En nombre de Jesús,
Amén.
“
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador.”