Oh Padre, la profundidad de las riquezas de Tu sabiduría y conocimiento es inescrutable. Tus juicios son incomprensibles y Tus caminos son indescifrables.
Cuánto Te agradezco porque me buscaste, me sacaste del lodo cenagoso y pusiste mis pies sobre la roca de mi salvación. Glorificado seas por los siglos de los siglos.
Señor, sé que mi amor por Ti no es tan fuerte como me gustaría que fuera, pero deseo profundamente presentar mi espíritu, cuerpo y alma como un sacrificio santo y aceptable ante Ti, un sacrificio vivo, para que así en cada ámbito de mi vida pueda hacer solo aquellas cosas que Te complacen.
Ayúdame a renunciar a mi antigua vida de egoísmo. Hazme crecer en la gracia y madurar en la fe, y acércame cada día más a Ti. Y mientras descanso en Ti, ruego asemejarme cada día más a la imagen de Tu Hijo, mi Salvador, Jesucristo, en Cuyo nombre oro,
Amén.