Qué alegría y privilegio es estar en comunión contigo, Señor mío, y hablar contigo. Sin importar dónde esté ni con quién esté, sé que me acompañas y que habitas en mí, y me regocijo porque mi espíritu puede compartir una hermosa comunión contigo mientras descanso en Tus brazos de amor.
Ya sea si estoy en una multitud ruidosa y tumultuosa o sentado en tranquilidad solitaria, mi comunión contigo, Señor mío, es dulce y bella. Cualquier cosa que me aflija o me alegre se convierte en Tu preocupación, pues me elegiste antes de la creación del mundo y planificaste cada día de mi vida antes de que incluso naciera. Qué grandioso eres, Señor y Dios mío.
¿Quién soy para que condesciendas a pasar tiempo en dulce comunión conmigo? Mi corazón se asombra al saber que mi Dios y Rey debe cuidarme y que desea establecer una relación íntima conmigo. Alguna vez estuve enemistado contigo y estuve muerto en mis faltas y pecados. Sin embargo, Tú me buscaste, me salvaste, me redimiste y me vestiste de Tu propia justicia, y Te alabaré y me asombraré ante Tu gracia salvadora por la eternidad de las eternidades. Solo Tú eres digno de todo el honor, la gloria, la alabanza y la adoración.
Amén.