Los cielos declaran la gloria de Dios y la tierra se une con ellos en un coro magnífico de alabanza merecida en Tu santo nombre. Sin embargo, no debe haber mayor proclamación de Tu gracia y gloria ni declaración más merecida de Tu maravilla y gracia que la adoración que sale de los labios de los pecadores salvados mediante la gracia, pues con Tu sangre nos has redimido y nos has puesto Tus propias vestiduras de justicia. Mereces nuestra infinita alabanza y gloria a lo largo del tiempo y por los siglos de los siglos.
Te alabamos y Te agradecemos por Tus promesas grandiosas y hermosas. Que no cesen la siembra y la siega, el día y la noche, el verano y el invierno, pues Tu misericordia perdura para siempre. Haces salir Tu sol sobre los perversos y los salvados, y envías abundante lluvia sobre los justos y los injustos. Sin embargo, Señor, no hay testimonio más grande sobre Tu benevolencia y paciencia que la oportunidad de ser redimido por la sangre de Tu Hijo unigénito. Un don de gracia que extiendes al mundo de los hombres caídos. A nuestro Dios sea toda la bendición, la gloria, la sabiduría, el agradecimiento, el honor, el poder y la fuerza, por los siglos de los siglos,
Amén.