Querido Señor, el paso del tiempo se hace cada vez más evidente en mi rostro y cuerpo, y a veces es difícil aceptar que estoy envejeciendo y perdiendo la flor de mi juventud. Señor, sé que la vanidad abunda en el mundo, pero también sé que creaste a la mujer con el deseo interno de ser bella. Y, a pesar de todo, sé que Tu Palabra dice claramente que alabada será la mujer que teme al Señor, pues estará dotada de una belleza especial que solo de Ti proviene.
Señor, no me dejes tener el deseo insensato de recuperar mi juventud, más bien ayúdame a regocijarme en mi avanzada edad y permite que la belleza del Señor Jesús resplandezca en todo lo que digo y hago. Ayúdame a crecer en la gracia y el conocimiento de Él, para que así mis acciones y actitudes sean un reflejo de Su hermosura.
Gracias, Señor, porque mi ciudadanía está en el cielo y porque se acerca el día en que cada uno de nosotros mude nuestros cuerpos viejos como una vestidura y nos vistamos del cuerpo glorificado que has prometido a todos los que Te aman y confían en Ti como su Salvador. Mientras tanto, déjame glorificarte en cuerpo, alma y espíritu, pues sé que este cuerpo viejo es templo del Espíritu Santo. Qué maravillosa gracia que vengas a morar en mí. Alaba, alma mía, al Señor, y alabe todo mi ser Su santo nombre,
Amén.