Oh bendito Señor, Padre de las misericordias y Dios de todo el consuelo, te pedimos que tengas infinita piedad y compasión de este siervo tuyo que está enfermo. Recuerda la intensidad y la fatiga de sus dolores. No quiebres la caña cascada ni apagues la mecha que humea, sino que hazlo escuchar júbilo y alegría, para que se regocijen los huesos que has quebrado.
Libéralo de los lazos y de la tentación de Satanás, de toda impaciencia y aflicción por tu castigo, de toda incredulidad y desconfianza en tus misericordias, del miedo inadecuado a la muerte y de los deseos desmesurados de la vida.
Haz que se arrepienta sinceramente de sus pecados y dale la certeza perfecta de que ha sido perdonado y de que ha obtenido su completa salvación gracias a la propiciación y a la eficaz mediación de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Santifica todas sus aflicciones y, aunque sea doloroso para la carne, que estas comiencen a producir en él una gloria que durará para siempre y que será de mucho más peso que las aflicciones. Prepáralo para todo lo que has preparado para él. Hazlo ver el deseo de su corazón en el bienestar de todo lo que está atado a él por las cuerdas del afecto natural. Y, por último, dale una generosa entrada en tu hogar celestial.
Oh, bendito Jesús, quedamos a merced de tu misericordia; con tu cruz y pasión, con tu preciosa muerte y entierro, con tu gloriosa resurrección y ascenso, y con la venida del Santo Fantasma, libéranos, oh Señor, y escucha nuestra oración.
Amén.