Querido Dios, toda mi vida he huido de Ti y he fingido que soy lo suficientemente bueno como para ir al cielo y que no necesito preocuparme de mis pecados, ya que hay muchas personas que cometen pecados más graves que los míos.
Y a pesar de esto, me doy cuenta de que soy igual de pecador que cualquier otra persona, y que necesito un Salvador tal como cualquier hombre o mujer que haya nacido. Me doy cuenta de que todos los pecados son igual de graves delante de Tus ojos, y que el castigo por el pecado es la muerte espiritual y la separación eterna de Ti.
Señor, me arrodillo con humildad ante Ti y confieso mi soberbia y necedad, admito que he pecado en pensamiento, palabra y acción, y que necesito desesperadamente la sangre purificadora de Jesucristo como mi Salvador.
Padre, confieso que solo a través de la sangre de Jesucristo mis pecados podrán ser perdonados, pues ahora creo y sé que Jesucristo murió para pagar el precio de mis pecados, perdonar mis pecados, derribar el poder del pecado en mi vida y vestirme de Su justicia. Gracias, Padre, por esta dádiva de gracia, y gracias por haberme buscado cuando huía de ti en mi soberbia. Gracias en nombre de Jesús,
Amén.